martes, 6 de septiembre de 2011

MARIA ELIANA

Las mañanas de Iquique son muy frías, el agua ruge a lo lejos golpeando la costa de la mar brava y algo se mete dentro de uno como de sal, como de piedra, como de dolor.

Este día especialmente frío y sombrío transcurrió en mi alma con mucha pausa y melancolía. Llegada ya la noche, con las alas de la oscuridad recaló el moscardón de la muerte, zumbaba testarudo en el patio sobre los cactus y las cantutas. En el viejo tronco donde se prenden las velas.

La puerta de la infancia se abre y a la distancia la congoja de Juana me alcanza y pronto con ella la noticia.

¡María Eliana ha muerto! Así tan contundente como una pedrada en el canchón, como los rayos y truenos de febrero. El aguacero porfiado sobre el techo de la casa. Murió sola en su pieza de una ciudad hostil, allí en la ruta de la salida del pueblo que tanto amamos.

                       …muñequita de piedra y brisa
                        niña sola que cambiaste
                        tus tristezas por sonrisas…
Los días de carnaval, corría al mando de un gran grupo de chiquillos, con un impermeable negro demasiado grande y largo, mojando por doquier, aterrorizándonos con el agua helada y riendo locamente por las calles invernales de Canta.
Su madre la tuvo sola y así creció María Eliana camino a Waytara, entre carneritos y el pasto verdecito. Corriendo, sufriendo, cantando y soñando. Atravesando sin temor esos días de inocencia, sin entender las miradas que juzgan ni las palabras que hieren a una niña de madre sola.

                        …muñequita sin nombre
                       te robaste el color de las antarupas
                       y el vuelo frágil de las mariposas
                      muñequita azul no te vayas saltando
                       hay que seguir jugando…
En la fiesta de setiembre muchas veces fuimos parte de la gran rueda que recorre el pueblo al son de la banda. Cada año éramos más grandes y poco a poco empezaron a tomarnos en cuenta los muchachos. Nosotras teníamos un grupo que se formó como se moldea una escultura, primero sin formas definidas y luego con una belleza que brota y conmueve en silencio
Sin ponernos de acuerdo pasábamos los inviernos en el campo bajo la lluvia, conversábamos con complicidad en las calles, jugábamos carnavales, subíamos todos los años a Cantamarca, bajábamos al río en Obrajillo y aprendimos a fumar y a beber pequeños sorbos de ron que Bertha ocultaba en su casaca. Así nos hicimos mujeres todas, contando siempre con nosotras mismas como si fuéramos una. Venciendo distancias, tiempos e indiferencias.
Y llegó la estación del amor al campito verde de María Eliana y cual viento ennegrecido que todo lo lleva, arrancó con sus besos su hermosura, deshojo los alhelíes de sus cabellos y se fue sin mirar atrás, dejándola sola y trémula,  sola y con la mirada ausente. La maledicencia de un pueblo chico y el tiempo tejieron a su modo su ajado dolor.
Sus ojos sólo bailaban cuando se encontraba con aquellas niñas que crecieron juntas persiguiendo las nubes en el cielo, con las mujeres que aprendieron la vida tomadas de la mano en una rueda, en un pueblo pequeño, allá en la sierra de Lima.

                     …muñequita de niña pobre
                       no te vayas en vuelo al cielo
                       es lejos y ya no podrás volver…
María Eliana ha muerto y a mí se me parte el pecho en tantos pedazos que temo no volver a juntarlos. Se me hace añicos el alma y ya no sé cómo se sigue sin los días de la infancia, sin el eco de nuestras risas devuelto por los cerros.
                        … muñequita juguetona y brava
                        vamos a cantar en tu setiembre
                       “adiós juventud vida pasajera
                       de tanto florecer te vas marchitando”…
Cantemos aquí en Iquique. Aquí tan lejos, donde sólo nos acompaña el mar.
Mary Soto
06 -09-2011.






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